¿Inventó Blasco de Garay la propulsión a vapor?
La noticia de esta semana se la dedico a Carlos Sixto, quién me habló de este personaje ya hace unos meses. Aunque existe desacuerdo sobre el hecho relatado esta semana, que por otro lado tampoco es muy conocido, quiero comentar que parece ser que la primera aplicación del Vapor, como fuerza motriz de las embarcaciones, se debe al español Blasco de Garay, capitán de mar, quien en 1539 dio noticia al Emperador y Rey de España Carlos V, de una máquina de su invención para hacer andar toda clase de barcos, sin necesidad de remos ni velas.
Blasco de Garay, con ciertas reservas, parece que era natural de Toledo, nacido en el seno de una familia de hidalgos. Por sus escritos sabemos que fue una persona cultivada en letras, pero con una gran inclinación a las ciencias. Su intención fue la de diseñar un invento con el que equipar a los buques de guerra de la Armada Imperial Española (naos y galeras) de una nueva propulsión.
A pesar de los obstáculos y oposiciones que experimentó el proyecto, el Emperador, por cédula del 22 de marzo del año 1.539, aprobó los inventos de Garay, mandando que se empezara a financiar el invento y su construcción se llevara a cabo en los Astilleros del puerto de Málaga, con asignación como proveedor de Francisco Verdugo. Parece ser que Blasco hizo cinco demostraciones en Málaga sobre barcos con capacidad de hasta 250 toneles cargados de trigo. Actuó como juez, Bernardino de Mendoza, Capitán General de Galeras de Málaga. Posteriormente llevó cabo una sexta exhibición en Barcelona, donde debían presenciarla Carlos V y el príncipe Felipe, pero al no asistir ambos por asuntos de guerra, quedaron como comisionados el gobernador Enrique de Toledo y Ayala, y el tesorero Pedro de Cardona, entre otros.
Durante la primera mitad del siglo XVI ideó, enunció y se propuso ejecutar siete ingenios importantes para la Armada española y, por extensión, para la navegación universal. Por otro lado, el archivero de Simancas, Tomás González Hernández, le atribuyó en 1825 la realización de ciertas experiencias con máquinas de vapor aplicadas a la navegación.
Regresando a sus vivencias, poco se sabe de él hasta que aparece como un mecánico o maquinista. Hubo hacia esta época varios del apellido Garay que se distinguieron en las letras o en las armas, y que, según parece, procedían de la clase hidalga y de una familia avecindada en Toledo. La forma del nombre de su hermano Diego de Alarcón, mencionada en su memorial, sugiere un origen castellano. Quizás sirviera en el ejército, y tal vez en la marina, porque se le da el título de Capitán de mar. Lo más probable es que recibiera cierta educación literaria, que resalta en sus cartas, y que se dedicara por sí mismo al estudio de las ciencias, como él mismo dice, aficionándose a la mecánica y a los inventos o ingenios.
El Emperador Carlos I aprobó en cédula de 22 de marzo de 1539 los proyectos de Garay, otorgando que se comenzase a financiar sus proyectos y enviándole a las Atarazanas del Puerto de Málaga, asignándole proveedores. Las máquinas de Garay estarían destinadas a equipar los buques de guerra de bajo y alto bordo (galeras y naos) de la Armada Imperial Española.
Según el blog Tecnología Obsoleta de Alejandro Polanco Masa, allá por el año 1543, el capitán de mar don Blasco de Garay presentó un proyecto al Emperador Carlos V, por el cual pretendía mover los buques sin remos ni velas. Aunque el proyecto fue recibido con muestras de incredulidad por parte de la Corte, finalmente el Emperador accedió a que se llevasen a efecto las pruebas, que se hicieron en el puerto de Barcelona el 17 de junio del citado año.
Dichas experiencias se realizaron en una nao de unas 250 toneladas, llamada La Trinidad, y fueron presenciadas por personal nombrado al efecto por Carlos V, y entre los cuales se encontraban varios marinos amigos del inventor, a los que éste anteriormente les había comunicado sus proyectos.
El éxito coronó estos primeros ensayos y todos celebraron lo pronto que viraba la nave y la innegable ventaja sobre los buques de vela, tanto a manejo como en velocidad, que igualaba sobre poco más o menos a la que aquellos con viento ordinario, dándole al mismo tiempo, indudablemente, mayor rapidez de movimientos para atracar y desatracar de los muelles.
Sin embargo, a pesar de los aplausos, bien pronto la envidia empezó a germinar en ruines corazones, que fueron causa de que el glorioso inventor, encontrando su empresa falta de apoyo, diera en tierra con todos sus proyectos, y al igual que aquellos dos otros, Peral y Monturiol, fuese poco a poco sepultando su nombre en el polvo del olvido. Es innegable que fue Blasco de Garay a quien primero se le ocurrió sacar partido de la fuerza expansiva del vapor, para utilizarla en la navegación marítima, si bien lo niegan algunos escritores poco escrupulosos y amigos de conceder a otras naciones la gloria que por derecho propio nos corresponde.
Pero según algunas fuentes discordantes, la historia hoy narrada, es una leyenda, que se repitió en infinidad de ocasiones e impresa en libros, periódicos y revistas, pero que era falsa.
Piensan que no cabe duda de que Blasco de Garay tenía en mente el vapor como posible fuente de energía para mover algunos de sus ingenios, pero tampoco les cabe duda de que Garay no llevó a la práctica el famoso experimento de Barcelona en los términos imaginados.
Los elementos básicos de la leyenda se han repetido por doquier, de tal forma que se han convertido en una especie de narración con gran coherencia y fuerza interna. Unas gigantescas ruedas de palas propulsadas por un ingenioso mecanismo de esferas metálicas que contendrían agua. El fuego de una caldera calentaría alternativamente las esferas, convirtiendo el agua en vapor, capaz de hacer girar las ruedas de palas. La leyenda cuenta con detalles que no pueden faltar en este tipo de narraciones. Por una parte, se afirma que nadie pudo contemplar la máquina realmente, porque Blasco guardaba el secreto y no deseaba miradas indiscretas, con lo que ya tenemos ahí un elemento sospechoso.
Lo que parece claro es que Blasco de Garay fue un ingeniero excepcional y sus ideas se adelantaron a su tiempo, pero tal vez las grandes palas que movieron el barco en Barcelona no se propulsaban con vapor sino con la fuerza de los brazos humanos a través de un complejo sistema mecánico. En cualquier caso, en el Archivo de Simancas existen documentos que prueban que en aquel año Garay hizo funcionar un barco de ruedas cuatro veces más grande que el Clermont (primer barco a vapor), aunque, como no podía dejar de suceder, la deficiencia de los medios empleados y el atraso industrial de la época esterilizaron su esfuerzo, haciendo que la Comisión oficial encargada de presenciar las pruebas considerase su idea como irrealizable en la práctica.
Quiero destacar también para finalizar, que el Blasco de Garay fue un vapor de ruedas con casco de madera de la Armada Española, construido en astilleros ingleses en 1845. Según la historia recibió su nombre en honor a «Blasco de Garay, marino e inventor español, que en 1543 diseñó una máquina para propulsión naval».

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