La corta historia protegida del buque Cardenal Cisneros y el misterio de Olegario – Segunda Parte
Hace un par de semanas, con la historia de la localización del pecio del buque Cardenal Cisneros y al puro estilo de los tiempos del barco volador, os dejaba la introducción de un misterio, que pasaré a desenterrar esta semana. Aprovecho para dedicar la historia de esta semana a Sonia, de la cantina del Arsenal de Ferrol, por la extraordinaria atención que nos prestó en el día de ayer, cuando me encontraba por allí junto con unos compañeros y amigos, que por otra parte es su comportamiento habitual, pero que esta vez quiero destacar. Y volviendo a la noticia, en nuestro título nos aparecía (y vuelve a aparecer) el nombre del misterio de Olegario. ¿Y quién es Olegario?
Pues no se trata de ningún buceador. Olegario es un pescador (ya jubilado) que posee una caseta con cientos de cartas náuticas que abarrotan los estantes, pero entre ellas destaca una fotografía sobre la que caligrafiada a mano reza A José López, Olegario, del comandante y oficiales del buque de investigación y salvamento submarino Poseidón en agradecimiento a su inestimable colaboración en la localización del pecio del Blas de Lezo. A bordo, en la mar, 15 de septiembre de 1995. Y en un recorte de periódico se lee también que los buzos de la escuela Technical Diving agradecen a Olegario, un pescador de la zona, sus indicaciones para descubrir la tumba del acorazado Cardenal Cisneros, hundido en la ría de Muros.
José López, Olegario, como lo conoce todo el mundo en la Costa da Morte por su abuelo, faenaba desde 1970 entre los restos del Cardenal Cisneros. Me llevó más de un día encontrarlo. Me hinché a pescar mero, como en el petrolero Bonifaz, comentó Olegario. Dice que en Galicia hay mil barcos hundidos, entre ellos, 28 de la Armada Invencible. También comenta que los actuales barcos van cargados de tecnología y que ahora, con el GPS, puede andar en el mar cualquier paragüero. También indica que antes para ser un buen patrón se necesitaban 40 años; y que alguno de los de ahora incluso se marea (comentaba bromeando). Comentaba Olegario que los bancos de peces buscan refugio en los pecios y cuando te encontrabas uno eras afortunado. Lo marcabas con dos señales visuales de tierra y echabas las redes cuando no había nadie. El mar es un mundo de pillos, incluso te daban señales falsas, comentaba.
José López embarcó con 14 años. Lo que conseguía sonsacar a los marineros experimentados lo apuntaba en una libreta. Al llegar a tierra, en vez de correr como todos a la taberna, se encerraba en la caseta de su casa de Sardiñeiro (Fisterra) para pasar las notas a las cartas. Muchos buenos patrones se llevaron lo que sabían a la tumba porque eran analfabetos. Era una lástima porque hasta 1960 no se trabajó con sónar. Descubrías los pecios porque algo se enganchaba a las redes. Un compañero se enteró de un submarino porque le arrancó el periscopio.
Olegario siempre ha pescado mucho, comenta Fernando Carrillo en Fisterra cuando se le pregunta por el mejor marinero de la Costa da Morte. Pescaba, sí, responde el aludido. Había empresas de A Coruña y de Vigo que venían a buscar patrones de aquí. Los fichaban como a futbolistas, ganando muchísimo. Yo no me fui porque me iba bien con esto. Mientras termina la frase señala sus cartas.
José López, el patrón del Jordi, ha puesto coordenadas de latitud y longitud a cada barco que ha naufragado en la plataforma continental (15 millas) desde Estaca de Bares hasta A Guarda. No creo que se me escape ningún naufragio de los que ha habido en Galicia. También tengo muchos localizados en el Cantábrico y en Portugal porque trabajé un tiempo en San Vicente. Esa información hace un tiempo valía un dineral. Ahora en cualquier carta electrónica te vienen, aunque no sabes de qué barco se trata. Y la sonda tampoco te dice si es piedra o hierro lo que hay en el fondo.
Por lo tanto, no hay sónar más fiable que el del misterio de Olegario. No hay investigación submarina en la Costa da Morte que no pase a sondearlo. Yo colaboro siempre que no sea para expoliar, como sucedió con el Douro, un barco inglés que naufragó frente a las costas de Laxe en 1882. El saqueo de 437 kilos de oro (20.000 monedas) se vio en el documental El oro de los abismos, emitido por La noche temática de TVE en 1997.
Cómo no, además del misterio de Olegario, también le tocó luchar contra la catástrofe del Prestige en 2002. Estas fueron palabras suyas Pepe Olegario es pescador, tiene un pequeño barco y cincuenta años de experiencia en el mar de la Costa da Morte, y cree que la catástrofe se prolongará durante años. El petróleo se agarra a las rocas y en esta costa hay zonas donde es imposible limpiar, porque es imposible llegar a ellas. En verano, con el calor, el fuel se derretirá y volverá al mar y a las playas, y todo esto se repetirá, augura.
En la actualidad Olegario tiene en torno a 70 años y está harto de la mar, pero no de las cartas de navegación. Cuando me jubilé decidí ponerle a cada barco su historia y las causas del naufragio. Doné una carta al Club Náutico de Corcubión y llegaron a ofrecer 500 euros por él. Podían haber venido aquí…, añade con una carcajada. En Galicia hay unos mil barcos hundidos. Desde submarinos hasta los 28 buques de la Flota de Padilla, de la Armada Invencible, que se hundieron en 1596 en la ensenada de Sardiñeiro cuando intentaban refugiarse del temporal. Hay muchos de madera que ya no aparecen en el sónar. En el mapa del misterio de Olegario, como él los denomina, sí están. Y, como escribe cuando termina un mapa, todo lo que aquí está escrito puede ir a misa.
Para finalizar la noticia del misterio de Olegario me gustaría destacar dos fuentes que he utilizado, muy interesantes, que contienen muchísima información de esta historia.
Por un lado, tenemos un ejemplar del correo gallego, de 1897, que editó un especial sobre la botadura del Cardenal Cisneros.
De toda la información de este número me gustaría destacar esta bonita poesía Al pie de la grada de Wenceslao Veiga:
Y por último querría destacar un artículo de la RGM del año 2013 titulado Algunas precisiones del naufragio del Cardenal Cisneros el 28 de octubre de 1905, escrito por el investigador ya mencionado Alejandro Anca y por Diego Quevedo.
En el momento de la colisión, alrededor de las 0800 del 28 de octubre, el buque navegaba a 10 nudos en demanda de Fisterra, y en el puente se encontraban el comandante Manuel Díaz Iglesias, el tercer comandante Manuel Andújar y el oficial ayudante de derrota Juan José Cehreriro y San Juan (3), Debido bien al impacto o a que tras él se ordenó «todo a la banda», el buque cambió de manera brusca su rumbo. Con lógica celeridad, el comandante ordenó parar y mandó a su tercer comandante que bajara a la sala de 1náquinas para evaluar los daños.
Una vez allí, se encontró con un espectáculo dantesco: maquinistas y fogoneros, algunos de ellos heridos, intentaban moverse de manera torpe con el agua hasta la cintura. Arengó a todos ellos para que antes de buscar la salvación apagaran los hornos y abrieran las válvulas de seguridad para así lograr que quedaran vacías las calderas, evitando que estas hicieran explosión, cosa que con algo de fortuna y muchos esfuerzos se consiguió. Mientras, en el puente, el oficial de derrote sufría un síncope y tuvo que ser asistido por su ayudante, el alférez de navío Reula.
Al poco hizo aparición el segundo comandante, Augusto Miranda y Godoy, que cuando se produjo el choque se encontraba en su camarote, y que rápidamente se dirigió a la sala de máquinas, donde comprobó la existencia de una importante vía de agua. Tras informar a su comandante de la situación, le aconsejaría, en base al tiempo que duró la trepidación y el andar que llevaba el buque que habría producido una larga desgarradura en su casco, ordenar sin demora el abandono del buque, decisión que Díaz Iglesias tomó sin convocar a la junta de oficiales.
El acertado juicio de Miranda quedó manifiesto ante la llegada de Andújar poco después, que refrendó lo imposible de contener la inundación. Para llamar la atención de los buques próximos, se ordenó amorronar la bandera y disparar a intervalos regulares una serie de cañonazos por medio de una de las piezas de tiro rápido. El buque al parecer (pues en la causa abierta al efecto y como veremos a continuación no se determinan con exactitud estos extremos) permaneció a flote entre media hora y 45 minutos y, justo al poco de quedar abandonado, se hundió.
Los botes donde se encontraban los náufragos fueron pronto remolcados a tierra por varios vapores. No hubo que lamentar ninguna víctima, tan solo cuatro (4) miembros de su dotación resultaron heridos de distinta consideración. Aunque desde un primer momento varios compañeros de profesión e incluso el mismísimo ministro de Marina intentaron justificar el hundimiento del crucero, aduciendo que se había producido por una roca de punta no marcada en las cartas (en especial, el por entonces teniente de navío Pedro M. Cardona Prieto, su defensor durante el juicio), hechos tan insólitos como que, a pesar de que la evacuación se hizo con relativa calma y tranquilidad, no se recogiera el cuaderno de bitácora hicieron que el tribunal, en su sentencia de 25 de enero de 1906, condenara a su comandante a un año de empleo y sueldo por el delito de impericia, debido a que no se podía saber el lugar exacto del siniestro y en atención al salvamento de sus hombres, si bien apuntaba como causa más probable del naufragio no haber dado el suficiente resguardo a la restinga de lo bajos Meixidos.
No obstante, esto no libraría de su responsabilidad a Manuel Díaz Iglesias, pues, corno ya apuntarnos, el Consejo de Guerra le condenaría por un delito de impericia y, luego de cumplir con la pena de un año de suspensión de empleo y sueldo, sería destinado al Instituto Hidrográfico, donde se le encomendó la tarea de revisar el código de señales, hasta que pasó a la reserva reglamentaria en abril de 1910. Moriría con el grado de contralmirante el 9 de noviembre de 191 7 a los 69 años en su domicilio de Madrid, sito en la calle de Alcalá número 140.